Desaparatizar el aparato y empoderar al ciudadano. That’s the question.

Pasó ya el verano en el que la nueva dirección del PSOE, empezaba su andadura con la intención -sincera, espero- de cambiar la historia reciente de los socialistas.  En estos meses he observado desde una distancia intermedia las resoluciones que poco a poco iban tomando ejecutiva federal y comité y las formas en que se han puesto en marcha dichas propuestas. Antes del Congreso, escribí unas referencias básicas en 10 puntos que creía podían ser buenos primeros pasos para cualquiera que hubiera ganado el Congreso. Si bien es verdad que algunos puntos van en la buena linea, queda mucho trabajo pendiente y espero que la «máquina» no se detenga.

El cambio de estrategia  de comunicación, de la cual todavía no tenemos suficiente distancia para saber sus repercusiones, el trabajo en contra de la corrupción, la agilidad de una ejecutiva más joven y activa, y el acercamiento del debate a los problemas cotidianos de la ciudadanía constan entre los que creo han sido aciertos. En lo orgánico, no obstante, creo que las primarias para candidaturas municipales y regionales, han tenido un efecto muy menor al que deberían haber tenido en los territorios, debido al principalmente a su reglamento, haciendo de ellas un mero instrumento de los aparatos para imponer sus candidatos, vía recolección de avales. Esto ha generado que haya habido poco debate publico en pueblos y ciudades, lo cual hubiera sido una gran oportunidad para dar a conocer nuevas caras dispuestas al cambio.

Después del congreso, fui preguntado por mi opinión sobre la nueva organización, remití este documento, «Una Organización Diferente» que tenía las lineas de análisis básicas para intentar hacer entender, que el modelo organizativo tiene que ver con la política exterior que se hace.

De momento, las acertadas «asambleas ciudadanas» no han hecho más que empezar a abrir los oídos de la organización a que cualquier persona pueda entablar conversación con su Secretario general. En el sentido estricto de la «participación» aún están lejos de ser asambleas que empoderen ideas hasta llegar a los órganos de decisión del partido, además de no ser asambleas que hayan fluido «espontaneas» lo cual le quita el poder de aquello que viene del substrato social que tiene el PSOE, su gente.

Acertadas también la publicación de las cuentas del partido y de un código ético que todos debíamos haber tenido hace muchos años (y que desde la parte de análisis críticos ya habíamos propuesto) El escándalo de las tarjetas black y la expulsión de los militantes que estaban en el ajo, también ha dado muestra de una agilidad de la que no teníamos recuerdo recientemente.

Ahora que hay otras maneras de organización política, surgidas de las universidades y de la calle, de las redes, ante el vacío que los socialistas dejamos, podemos tener un buen espejo donde ver la forma de toma de decisiones, de los otros. Es muy significativo que una fuerza como Podemos esté debatiendo su forma de organización participativa y la vía que más puntos tiene, sea la de Pablo Iglesias (del cual se puede hablar mal y bien sin sentirse culpable) una vía de aparato clásico de partido socialista o comunista, en la que el poder reside en unos pocos. Se están «aparatizando» 

Debemos aprovechar esta coyuntura de final del poder de la derecha, tras los escandalosos procesos de denigración al ciudadano, en mitad de la crisis que no cesa, para reorganizar una defensa de lo perdido. Además de plantear un futuro visiblemente mejor y nuevo, o no podremos hacer que el voto vuelva, que vuelvan las ilusiones, que cambiemos de verdad nuestro entorno. El escenario después de las municipales será otro en la que la capacidad  de llegar a acuerdos, flexibilidad orgánica y comunicativa, valdrán más que la propia historia (lo dejo aquí escrito) Más nos vale que nos vayamos preparando para ese escenario.

Miedo me da que toda la actividad política se esté centrando en la idealización de un líder, para que este llegue a candidato con un proceso de primarias descafeinado, y no sea una verdadera revolución tranquila desde nuestra actividad social y política. Convencido ya que las revoluciones no serán de la militancia ni colectivas en una organización tan avejentada, mi única esperanza es en la visión más cercana a Unamuno, que la revolución venga de cada uno de nosotros, hacia el interior que nos hagan plantearnos si nuestra militancia o activismo sirven tal y como la hemos planteado.

Sé que son palabras difíciles de plastificar, sé que causarán poco cambio en una organización donde cada uno sabe lo que tiene que hacer, para prolongar una política del pasado, estática y orgánica. Y sé que tienen menos fuerza si son palabras de alguien que ya no frecuenta las agrupaciones, requisito «ineludible» en esta noción de la meritocracia del estar, frente a la del ser, o el saber.

Buena suerte compañer@s.

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